Este fin de semana he conocido la capital, Dar es Salaam. El
nuevo embajador de España en Tanzania organizaba una recepción en su residencia
el viernes por la noche y nos invitaron a asistir. Qué importante suena,
¿verdad?
El viaje Same- Dar es Salaam es bastante largo, unas 8 horas
aproximadamente. Reservamos los billetes con antelación para coincidir en el
autobús con más expatriados que venían de Moshi y Arusha, pero aquí lo de las
reservas funciona de una manera peculiar: alguien conoce a alguien que te
reserva el billete, así que tú pagas por adelantado, pero nadie te da ningún
papel que asegure que ya has pagado. Y entonces, ¿cómo estás seguro de que vas
a tener billete? Pues te fias, porque no te queda más remedio, así funcionan
aquí las cosas, y funcionan, que es lo más curioso.
Llegamos a la estación una hora antes de la salida prevista,
porque aquí lo de las horas también tiene su miga, y las 8 en punto pueden
fácilmente convertirse en las 9, o no, según el día. Mientras esperaba sentada
en un banco pude ver cuánta gente se dedica a vender cosas a la gente de los
autobuses que atraviesan la estación: agua, soda, chupachús, anacardos,
mazorcas de maíz, sacos de naranjas o cebollas, cocos… Y especifico “autobuses
que atraviesan”, porque incluso aunque no lleguen a parar, estos vendedores
ambulantes corren con sus cajas de cartón en la cabeza a la caza de algún
cliente que saque la mano por la ventanilla del autobús agitando un billete.
El viaje me impresionó. Mi idea originaria era dormir la
mayor parte del trayecto, pero cambié rápidamente de opinión cuando me di
cuenta de los paisajes que íbamos atravesando. En 10 minutos puedes cambiar de
tierra roja a palmeras verdes, e incluso las vistas de ambos lados de la
carretera son distintas en algunos tramos. Hay muchas aldeas pequeñas al pie de
la carretera, y la gente está allí, trabajando al sol, lavando la ropa,
descansando bajo un árbol o haciendo la comida a la puerta de unas casas
pequeñas con tejados de paja. Me faltaba por lo menos otro par de ojos para
asimilar tanta información. (Siiii, al final también dormí, que ¡¡8 horas es
mucho tiempo!!)
El hotel en el que nos quedamos era bastante apañado, y la
fiesta por la noche fue muy divertida. Os dejo una foto, vestido africano
incluido, prestado por Bego para la ocasión:
La noche acabó temprano, pero temprano por la mañana, viendo
amanecer desde la terraza del hotel. Bailé como hacía mucho y me reí todo lo
que quise : )
Aprovechando que Dar es Salaam está en la costa, al día
siguiente decidimos darnos un bañito. Para llegar cogimos un bayayi ( o
tuc-tuc, a elección), que viene a ser una moto de tres ruedas pero tapada. Una
imagen vale más que mil palabras, así que os dejo una, ¡el verde!
El conductor era un personaje, y llevaba un equipo de sonido
alucinante y la música a todo trapo, así que fuimos bailando dentro, como no
podía ser de otra manera. Nos llevó hasta el ferry, y aunque habíamos acordado
con él todo el día, nos tuvimos que bajar para entrar por distinto sitio. El
ferry también fue una experiencia. Muchísima gente a la vez corriendo al mismo
barco. Y para más añadidos, una cabra se cayó al agua y un hombre acabó nadando
a por ella y llevándola a la orilla ¡una cabra!
Una foto más, los colores de África cruzando el mar:
Y finalmente llegamos a la playa paradisiaca, alucinante,
arena blanca y agua cristalina, azul cielo y azul mar, rodeado de vegetación.
No quiero daros envidia, pero lo tengo que hacer: ¡¡¡¡¡qué buena estaba el
agua!!!!!
Por la noche nos reunimos de nuevo con los españoles que
quedaban en la capital, y a la mañana siguiente vuelta a Same, ésta vez
durmiendo casi todo el camino. Nos vino
a recoger Isabel, una chica tanzana que me han presentado aquí y que es
encantadora. Vive con la bibi y con Ana, una niña dulce por definición, pero de
ellas os hablaré otro día, merecen capítulo a parte.
¿Y no descarriló la moto? jajaja
ResponderEliminar¡Un beso!