miércoles, 17 de octubre de 2012

Desde la capital


Este fin de semana he conocido la capital, Dar es Salaam. El nuevo embajador de España en Tanzania organizaba una recepción en su residencia el viernes por la noche y nos invitaron a asistir. Qué importante suena, ¿verdad?

El viaje Same- Dar es Salaam es bastante largo, unas 8 horas aproximadamente. Reservamos los billetes con antelación para coincidir en el autobús con más expatriados que venían de Moshi y Arusha, pero aquí lo de las reservas funciona de una manera peculiar: alguien conoce a alguien que te reserva el billete, así que tú pagas por adelantado, pero nadie te da ningún papel que asegure que ya has pagado. Y entonces, ¿cómo estás seguro de que vas a tener billete? Pues te fias, porque no te queda más remedio, así funcionan aquí las cosas, y funcionan, que es lo más curioso. 

Llegamos a la estación una hora antes de la salida prevista, porque aquí lo de las horas también tiene su miga, y las 8 en punto pueden fácilmente convertirse en las 9, o no, según el día. Mientras esperaba sentada en un banco pude ver cuánta gente se dedica a vender cosas a la gente de los autobuses que atraviesan la estación: agua, soda, chupachús, anacardos, mazorcas de maíz, sacos de naranjas o cebollas, cocos… Y especifico “autobuses que atraviesan”, porque incluso aunque no lleguen a parar, estos vendedores ambulantes corren con sus cajas de cartón en la cabeza a la caza de algún cliente que saque la mano por la ventanilla del autobús agitando un billete.

El viaje me impresionó. Mi idea originaria era dormir la mayor parte del trayecto, pero cambié rápidamente de opinión cuando me di cuenta de los paisajes que íbamos atravesando. En 10 minutos puedes cambiar de tierra roja a palmeras verdes, e incluso las vistas de ambos lados de la carretera son distintas en algunos tramos. Hay muchas aldeas pequeñas al pie de la carretera, y la gente está allí, trabajando al sol, lavando la ropa, descansando bajo un árbol o haciendo la comida a la puerta de unas casas pequeñas con tejados de paja. Me faltaba por lo menos otro par de ojos para asimilar tanta información. (Siiii, al final también dormí, que ¡¡8 horas es mucho tiempo!!)

El hotel en el que nos quedamos era bastante apañado, y la fiesta por la noche fue muy divertida. Os dejo una foto, vestido africano incluido, prestado por Bego para la ocasión:
 
 

La noche acabó temprano, pero temprano por la mañana, viendo amanecer desde la terraza del hotel. Bailé como hacía mucho y me reí todo lo que quise : )

Aprovechando que Dar es Salaam está en la costa, al día siguiente decidimos darnos un bañito. Para llegar cogimos un bayayi ( o tuc-tuc, a elección), que viene a ser una moto de tres ruedas pero tapada. Una imagen vale más que mil palabras, así que os dejo una, ¡el verde!
 

El conductor era un personaje, y llevaba un equipo de sonido alucinante y la música a todo trapo, así que fuimos bailando dentro, como no podía ser de otra manera. Nos llevó hasta el ferry, y aunque habíamos acordado con él todo el día, nos tuvimos que bajar para entrar por distinto sitio. El ferry también fue una experiencia. Muchísima gente a la vez corriendo al mismo barco. Y para más añadidos, una cabra se cayó al agua y un hombre acabó nadando a por ella y llevándola a la orilla ¡una cabra!

Una foto más, los colores de África cruzando el mar:
 



Y finalmente llegamos a la playa paradisiaca, alucinante, arena blanca y agua cristalina, azul cielo y azul mar, rodeado de vegetación. No quiero daros envidia, pero lo tengo que hacer: ¡¡¡¡¡qué buena estaba el agua!!!!!


Por la noche nos reunimos de nuevo con los españoles que quedaban en la capital, y a la mañana siguiente vuelta a Same, ésta vez durmiendo casi todo el camino.  Nos vino a recoger Isabel, una chica tanzana que me han presentado aquí y que es encantadora. Vive con la bibi y con Ana, una niña dulce por definición, pero de ellas os hablaré otro día, merecen capítulo a parte.
 

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