“Miles han vivido sin amor, ninguno sin agua”. Con esta
frase cierra W.H. Auden su poema Lo
primero es lo primero, pero yo quiero usarla como principio de una entrada
en la que me vais a permitir que me ponga un poco seria.
Empecemos con unos datos sacados del manual Sphere para
actuación en emergencias, en el que se recogen una serie de pautas mínimas
indispensables para garantizar el derecho a vivir con dignidad de las personas
afectadas por un desastre:
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El consumo promedio de agua para beber, cocinar y para
la higiene personal debe ser de al menos 15 litros por persona y por día en
cualquier hogar.
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La máxima distancia desde cualquier casa hasta un punto
de distribución de agua son 500m.
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El tiempo de cola en cualquier punto de suministro de
agua no debe superar los 15 minutos.
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Llenar un contenedor de 20 l de capacidad no debe
suponer más de 3 minutos.
Sin una referencia pueden parecer sólo cifras sin
importancia, pero ¿qué pensáis cuando os digo que el consumo por persona y día
en España es de 144 litros? Casi 10 veces más del mínimo con el que viven
algunos. ¿Sabíais que la cisterna del baño tiene una capacidad de 6 litros? Con
ese mínimo no podríamos tirar de la cadena ni siquiera 3 veces al día. Voy más
allá: la próxima vez que os duchéis, poned el tapón y observad hasta dónde se
llena la bañera. Las bañeras de nuestras casas tienen una capacidad aproximada
de 200 litros.
“La máxima distancia desde cualquier casa hasta un punto de
distribución de agua son 500 m”. Bueno, medio kilómetro, no es tanto. ¿Podéis
imaginar tener que ir todos los días a medio kilómetro a buscar agua y recorrer
el camino de vuelta cargados con un bidón de 20 kilos? Todos los días incluye
ese en el que te levantas cansado, ese en el que miras por la ventana y llueve,
el día que amaneces enfermo... Y no sólo tienes que ir hasta el grifo a medio
kilómetro, sino que además tienes que esperar a que otra gente llene sus bidones
antes que tú. ¿Podéis imaginarlo de verdad? Muchas mujeres y niños lo hacen
varias veces al día.
Y es que a veces veo cosas que no me gusta ver, y me tengo
que poner seria obligatoriamente, por que aunque Tanzania tenga el cielo más
bonito que he visto nunca, las cosas en el suelo no siempre son fáciles. No se
trata de una emergencia, por suerte, y por eso los mínimos no son tan justos y
el acceso a un punto de distribución no está tan difícil, pero aun así la mayor parte
de la gente no tiene un grifo en su casa, y cada día coge su bidón y busca agua
donde puede.
Como sabéis, el proyecto que he venido a hacer aquí tiene
que ver precisamente con calidad de agua. La semana pasada fui por primera vez
a terreno a tomar muestras en los sistemas de abastecimiento que están
construidos (o en proceso) en Maore y Kihurio. Me acompañaron Bulalu y Bidy,
dos compañeros de ISF Same, y recorrimos ambos sistemas realizando análisis
básicos en los distintos puntos: ph, turbidez y coliformes fecales (que son
unas bacterias que viven en el agua y causan un número muy elevado de
enfermedades).
Ambos sistemas funcionan por gravedad y siguen la misma
pauta: se construye una especie de presa en un río que baja de la montaña
(captación). Por la acción de la gravedad el agua baja por una tubería
principal que se bifurca en otras más pequeñas, que a su vez alimentan unos
tanques de almacenamiento. Desde éstos se distribuye el agua a los diferentes
grifos públicos en cada pequeño pueblo. Simple, ¿verdad? Y ¿problemas? Muchos.
El primero en la propia captación. El agua que baja de la
montaña no está limpia del todo, porque allí vive gente que se baña en el río,
que da de beber a sus animales, que cultiva en las orillas, etc. Todas estas
actividades contaminan el agua que más tarde llega a los grifos.
Por otra parte, las tuberías son muy largas y soportan
presiones elevadas, lo que se traduce en fugas en algunos puntos. Se arreglan
cuando se detectan, pero en ocasiones pasan días perdiendo agua, y aunque no
sea una gran cantidad en comparación con la que transportan, la humedad que se
genera en el terreno hace que las tuberías se corroan, debilitándose más
todavía.
Los grifos no siempre están activos, hay unos horarios de
recogida de agua en cada uno. Esto es así porque cada tanque suministra agua a
diferentes grifos y si todos están abiertos al mismo tiempo el hilo de agua es
menor, sale con menos presión, y un largo etcétera de problemas técnicos. En
los pueblos que no tienen cerca el río este handicap horario se asume puesto
que es mejor ir al grifo “al lado de casa” que caminar kilómetros hasta el
cauce. Sin embargo en las zonas próximas al río el asunto se complica, y en
cierto modo es comprensible: si llevas toda tu vida cogiendo agua directamente
del río sin horario, ¿Por qué ahora vas a ir a un grifo a por ella sólo de 9 a
10 de la mañana? Y si además el río está más cerca de tu casa, ¿para qué te
vale el grifo? Aunque he dicho antes que el agua de la captación no estaba
completamente limpia, seguro que tiene menos contaminación que el agua que
recoges de un río cuando ha bajado toda la montaña y atravesado unos cuantos
pueblos. Tú lo entiendes, yo también. La señora de 60 años que tiene que
decidir entre andar medio kilómetro o 50 metros y que además veía a su madre beber
de la orilla quizá no lo tenga tan claro.
En los dos días que pasé en terreno vi muchas cosas, pero
quizá lo que más me impactó fue ver a una mujer recogiendo agua del río a su
paso por Maore. Aun no ha empezado la época de lluvias y gran parte del agua
del río se desvía desde las montañas para cultivos. El resultado es que a
Maore, que está en el valle, no llega casi nada de agua. El cauce del río es
prácticamente un lodazal en el que se distinguen algunos charcos, y sí, el agua
que recogía esta mujer era la de uno de esos charcos. Puedes poner los medios
al servicio de las personas, pero las personas tienen que querer usar esos
medios.
Como no quiero acabar con esta imagen tan triste, me he
guardado una historia para el final. Ya os he dicho que compartí la experiencia
con dos compañeros, que se portaron estupendamente conmigo, explicándome
pacientemente todas mis dudas acerca de los sistemas y colaborando conmigo en
la toma de muestras y realización de los análisis. Bidy incluso bajó al
interior de un tanque a por agua por una escalerilla que daba miedo tocar. Podéis
imaginar la curiosidad que despertábamos en la gente de los pueblos: dos
tanzanos y una musungu con un montón de aparatos extraños y botes que cambian de color al llenarse de
agua, subiéndose a los tanques y pidiendo que les dejaran coger una muestra de
los grifos. Como era un espectáculo digno de ver, nadie quería perdérselo, y
aquí os dejo el resultado:
"(...) aunque Tanzania tenga el cielo más bonito que he visto nunca, las cosas en el suelo no siempre son fáciles." ¿Sabes que me encanta tu forma de escribir?
ResponderEliminarReleyendo esta entrada me he dado cuenta de lo poco que valoro muchas cosas de mi vida cotidiana que siempre han estado "ahí"...
A ver si encuentras un rato para actualizar y nos sigues contando cositas.
Muchos besos.